lunes, 18 de enero de 2010

Premios y castigos.

"Si apruebas el examen te compro un regalo", "No, hoy no ves la tele, estás castigado". ¿Te suenan? A veces ya no sabes qué hacer para que tu hijo se comporte de una determinada manera. Es entonces cuando recurres al premio o al castigo, aunque no siempre son eficaces ni actúan de manera inmediata. En todo caso, se trata de recursos que debemos emplear con prudencia para que den resultados. Tanto los premios como los castigos no tienen una prensa demasiado buena en algunos sectores de población. Ofrecer premios a los hijos es como reconocer un fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuviéramos que recurrir al "sucedáneo" de los premios que, más que educar, adiestran. Los castigos, por el contrario, no suelen dar tanta sensación de fracaso. Incluso socialmente son aceptados como padres responsables aquellos que castigan a sus hijos. De algún modo, se reconoce que el castigo sí es instrumento educativo, para terminar admitiendo que tampoco sirve de mucho porque el hijo tiene unas inclinaciones tales que no hay nada que hacer. Y se le va dejando de castigar y se acepta como irremediable "su manera de ser". Los premios y castigos son instrumentos eficaces en situaciones en las que el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o retrasos. Son situaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento habitual que se suministra en el proceso educativo, que son buenas dosis de ejemplos, persuasión y reflexión no surten efecto y es necesario restablecer un cierto equilibrio. Un remedio será pues seguir una medicación adecuada basada en premios y castigos, además, claro está, de actuar en algunos otros frentes. Premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa y, por tanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su capacidad de razonamiento? Retomando el símil de premios y castigos como medicinas, evidentemente su uso no puede ser indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquier medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios. En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si se usan como medios temporales de obtención de logros y siempre de forma apropiada. Lea, por favor, las instrucciones de uso.

PREMIOS.
Instrucciones de uso. Tipos de premios: Premios previstos. Son las recompensas pactadas que se ofrecen si se presenta la conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regularla conducta. Premios imprevistos. Se conceden sin previo aviso como reconocimiento a una conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe y en las que lo observan. Ambos relacionan las conductas deseables con la recompensa. Premios por entregas. Son los que mantienen el interés más vivo, al concederse puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Al alcanzar una cierta cantidad, se logra el premio. Premios liberadores. Permiten liberarse de alguna tarea desagradable.
Composición de los premios: De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas de los padres, como abrazos, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche... De base material. Consisten en posesiones materiales, como diversos objetos o dinero. Relacionados con la autonomía. Ofrecen más libertad o autonomía para gestionar el dinero, el tiempo, el espacio...

Orientaciones de uso: Definir bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir. Luego cumplir lo pactado. Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con las posibilidades razonables de la familia. Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños. Proponer premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía en alcanzarlos. Efectos secundarios: Evitar su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuará si no es a cambio de premios. Modifica la conducta pero no necesariamente las actitudes y motivaciones, por lo que hay que combinarlos con otras acciones educativas.

CASTIGOS.
Instrucciones de uso. Tipos de castigos: Castigos previstos. Son las consecuencias desagradables que aguardan como respuesta a una conducta inaceptable determinada. Castigos imprevistos. Son consecuencias desagradables que se otorgan sin previo aviso ante conductas indeseables. Tratan de evitar que se repita la conducta. Castigos con oportunidades. Se ofrece un castigo si se da una conducta, pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo.
Composición de los castigos: De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas negativas por parte de los padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico, silencio, caso omiso... De base material. Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo (TV, equipo de música, bicicleta...) o quedarse sin alguna posesión. Relacionados con la autonomía. Restringen o privan de la libertad de salir, reducen el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohíben algunas relaciones...
Orientaciones de uso: Elegir los castigos con prudencia. Los castigos han de cumplirse, por lo que un castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario. Ser proporcionado a la conducta. Cuanto más indeseable, más severo. Ser severo, es decir, ha de ser verdaderamente desagradable ya que si sólo supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia como un mal menor. Buscar castigos relacionados con la conducta indeseable. Así, por ejemplo, si se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar; si la conducta es molesta, se tiene que aislar... Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda que ayudará a mejorar.

AVISO IMPORTANTE: NUNCA LOS CASTIGOS PUEDEN ATENTAR CONTRA LOS DERECHOS Y LA DIGNIDAD DE LOS NIÑOS

Efectos secundarios: Pueden aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijos buscan llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con una conducta deseable, les basta con que les prestemos atención mediante castigos por las indeseables. En este caso está directamente contraindicado su uso. Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o absurdo, puede generar sentimientos de venganza y resentimiento. Como consecuencia, es probable que no se evite la conducta indeseable. También estará contraindicado su uso en estas circunstancias. En caso de duda, consulte a un especialista (profesor o psicólogo), es la persona más adecuada para facilitarle toda la información complementaria






Cuando ya no sabes qué hacer para que tu pequeño te obedezca, el recurso del premio o el castigo aparece y bien utilizada puede ser una herramienta muy eficaz. Pero cuidado!... porque su abuso puede tener consecuencias negativas en la educación infantil. Y en ese sentido tal vez la gran interrogante sea: ¿Cómo saber cuándo y cómo es adecuado hacer uso de premios y castigos para que resulten elementos pedagógicos útiles y positivos?
A continuación te resumimos diez de las consideraciones que una gran parte de educadores y padres experimentados coinciden en aconsejar:

1.- Tanto premios como sanciones deben ir después de haber intentado educar con el ejemplo, la persuasión reflexiva y el diálogo. En el caso concreto de los castigos debe procurarse que el niño entienda que es merecido y que le ayudará en su mejoramiento.

2.- Siempre hay que tener muy en cuenta la edad del niño y su grado de madurez. Es además, muy interesante elegir sanciones relacionadas con la conducta concreta que se quiera obtener, aprovechando para fomentar la motivación y el impulso hacia la excelencia. Por ejemplo, si tu hijo no ha sacado la basura el día en que le tocaba según el acuerdo familiar, puede ser muy adecuado castigarle encargándole esa misma durante varios días.

3.- Si los premios o castigos se dan de forma continuada y sin acompañamiento de otro tipo de motivaciones para la acción, el niño puede acostumbrarse a reaccionar solamente ante ellos, lo que constituirá un gran retroceso educativo.

4.- En los premios a largo plazo, su objetivo es conseguir una respuesta de comportamiento concreta, y en el niño, el deseo de alcanzar el premio, le puede ayudar a marcar una pauta de conducta continuada y positiva para su desarrollo. Será importante, no obstante, hacerle ver lo enriquecedor que está siendo para él, ese crecimiento personal, independientemente de que al final le espere el deseado regalo.

5.- Los premios imprevistos pueden resultar muy útiles para reforzar conductas deseables que el niño ya muestra pero que le ha costado mucho esfuerzo alcanzar.

6.- No hay que pensar que los premios han de tener siempre una base material. De hecho, los de base afectiva, en muchos momentos son los más adecuados y eficaces: Abrazos de los padres y familiares, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche...

7.- Los premios y castigos también pueden servir para favorecer la comunicación entre padres e hijos y fomentar la capacidad de compromiso con lo pactado. Será necesario hacer hincapié en las explicaciones respecto a lo que se acuerda, la forma de lograrlo y el plazo para alcanzarlo. Justamente son estas conversaciones las que sirven para conocer mejor las opiniones y puntos de vista sobre el tema. Es muy importante que el premio sea alcanzable y no una fuente continua de frustración innecesaria.

8.- Entre los castigos más efectivos son aquellos que se pueden prever como consecuencia negativa de determinadas conductas. Es importante hacérselas ver al niño para que entienda lo que le espera de forma natural si se porta de una forma concreta.

9.- Puede resultar muy educativo el castigo que se ofrece con una alternativa para
evitarlo. Alternativa que debe conllevar la puesta en práctica de la conducta contraria a la que ha producido el castigo. Pero sin embargo, cuando se repite a menudo el perdón de un castigo, sin explicación ni tarea alternativa, los castigos pierden peso ante el niño pues entenderá que finalmente se librará de él.

10.- Hay que observar con detenimiento si el niño está buscando llamar la atención y se ha percatado de que lo logra con comportamientos inadecuados. En ese caso los castigos son muy perjudiciales pues los relacionan con haber conseguido su objetivo que es justamente que le prestemos más dedicación.

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