miércoles, 11 de noviembre de 2009

Educar en la Infancia

EDUCAR EN LA INFANCIA.

De 4 a 6 años
A medida que los niños se van haciendo mayores, tendrán más capacidad para seguir las pautas y directrices marcadas por lospadres. De esta manera, les encantará poner en práctica su buena educación. Desde las guarderías, y centros infantiles también recibirán numerosas órdenes: hacer turnos, estar callados, lavarse las manos,… que deberán acatar con buenas y correctas normas de conducta.
Habla de ello
En el momento que las habilidades verbales del niño y su nivel de comprensión estén igualados, puedes hablarle del significado y la utilidad de los buenos modales; también le puedes preguntar sobre qué es lo que él considera de buena o mala educación.
Si en esta primera observación, consideras que existe alguna norma que el pequeño es incapaz de cumplir (por ejemplo, se levanta de la mesa antes de terminar de comer), procura hablarlo con él de la manera más natural posible para conseguir llegar a un acuerdo (”mientras acabamos el postre, puedes levantarte y ayudar a recoger la mesa”, por ejemplo).
Enseñar e inculcar los buenos modales a los niños es un proceso paulatino. Deberás ser paciente y ser consciente en todo momento de lo que tu hijo o hija es capaz de hacer dependiendo de su edad.
Sólo así, tu tiempo y tú paciencia se verán recompensados cada vez que diga “gracias” y se limpie con la servilleta antes de beber.
¿Severidad o firmeza? En la educación de los chicos
Les es difícil a muchos padres separar estas dos cosas


¿Severidad o firmeza? En la educación de los chicos
Pregunta que se hacen muchos padres.
Les es difícil a muchos padres separar estas dos cosas.

Aquellos que siempre son severos lo único que logran es crear en el chico rebeldía. Rebeldía que queda oculta en él cuando es chico, pero que al crecer se va manifestando.

La educación se logra siendo firmes en nuestras actitudes. Y en esto de mostrar firmeza en lo que queremos, no nos cansemos de buscar siempre el ser justos. Que nuestra actitud responda a una actitud de justicia.

No es necesaria la severidad. Uno puede rodear la firmeza con dulzura y serenidad. Nunca hay que dejar que florezca el nerviosismo en nosotros.
¡Cuántos son los padres que en un momento de nerviosidad y para que lo dejen tranquilo, dejan que el niño tome malos hábitos!
Y después seguramente sus malas costumbres serán motivo de castigo.

La firmeza previene el tener que actuar con severidad porque impide la aparición de los caprichos.

En los primeros años de vida de todo chico lo que más necesita es el cariño de sus padres y además que le den un espacio para jugar. El chico necesita jugar cuando más chico es.

La gran dificultad del hijo único es que no tiene con quien jugar. Una familia con varios hijos siempre se arman juegos entre ellos. El jugar es de una gran formación en los primeros años. Aún que haya peleas, por supuesto.

Hoy hay la costumbre de mandarlos desde chiquititos a la guardería o escuelas cuando solamente se tienen tres años y eso les hace un gran bien a los chicos.

Aprenden a tener amigos jugando. Y jugando también van aprendiendo cosas.

Yo tengo tres nietos de 3 a 6 años y he vivido en directo el bien que les hace a los chicos las nuevas costumbres de ir a jugar y aprender jugando a la escuela. ¡Hay que ver lo contentos que van a la escuela!

El niño desarrolla una actividad intensa en todos los aspectos de su ser, y así se va desarrollando, así va aprendiendo. Al dar los primeros pasos fue su primera gran aventura. Todo lo que le va sucediendo es una aventura. No nos acordamos, pero todos lo hemos vivido. Todos hemos sido aventureros en los primeros años.

Todo es dificultad: todo es un problema para él. De ahí su alegría cuando aprende a silbar, cuando aprende a decir sus primeras palabras, cuando logra subir una escalera y no le digo nada cuando se la rebusca para bajarla, porque tiene una noción, si ustedes quieren, borrosa de sus dificultades.

Su mundo es un mundo lleno de cosas que se van descubriendo.
Y es importante el aplauso de los adultos. Alabarlos y también hacerse participes de sus logros. De a ratos los mayores debemos volver a nuestra infancia. Nos hace bien y les hace bien. Ellos se alegran cuando los mayores nos metemos en su mundo.

Como padres responsables no podemos pensar que criar es lo mismo que educar. Es verdad que el hijo se lo debe alimentar, vestir, proteger e instruirlo, pero sólo eso no basta.

Hay que educar y formar. Principalmente formar. Formar es enseñarle lo que es bueno y lo que es malo. Lo que está bien y lo que no está bien.

¿Cómo hacerlo entender en la mente de un niño que todavía no tiene un nivel de razonamiento moral?

Jesús, que ha sido el mejor educador que el mundo ha tenido, nos dijo:
Haz a los demás lo que te gustaría que hagan contigo
No hagas a los otros lo que no te gustaría que te hagan a ti

Dos reglas de oro fáciles de entender, también para un chico. Con firmeza y suavidad hay que ir enseñándoles a practicarlas. Si de chicos las practican de grandes las seguirán practicando.

Lo bueno y lo malo existió siempre.
El hombre del mañana será como se haya formado el niño de hoy.

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